Para ser buen padre/madre se requiere la sabiduría para:
1) No limitarnos a ‘oir’, sino a ‘escuchar’ lo que no se dice; interiorizar para oir lo que nos decimos a nosotros mismos.
2) No limitarnos a ‘ver’, sino a ‘observar’ lo que no se ve; leer entre líneas.
3) Evitar palabras explosivas surgidas de la insensatez y la fensa; callar.
Cómo adultos tenemos que desarrollar estas habilidades para poder discernir lo correcto de lo incorrecto; identificar lo real, de lo irreal (fantasías, mentiras, incongruencias, justificaciones que nos repetimos a nosotros mismos). Sólo así podremos educar mejor a nuestros hijos.
Se empieza confrontando la realidad “tal y cómo es”; evitando reajustarla constantemente a lo que “quisiéramos que fuere”; “aceptando” las cosas como son, para identificar las que no podemos cambiar, de aquellas que requieren del “valor para cambiarlas”.
Sólo así podremos acompañar a nuestros adolescentes, en su proceso de crecimiento y auto-desarrollo. Querer moldearlos sería quererlos “controlar”. Sin embargo, es imperativo seguir brindando límites de contención con reglas congruentes con nuestro ejemplo personal, para enseñarles a gobernarse a sí mismos; autodisciplina.
Debemos procurar estar siempre cerca de ellos. Pero para ello, tenemos que hablar su mismo lenguaje...no sólo re-conociendo en su jerga, palabras, gestos y actitudes con significados personales, sino identificando, en sus hechos sus “actings”.
“Actings” (como se han definido en inglés), son los guiones que personifican, inconscientemente, los adolescentes en la vida real, para dramatizar sentimientos prohibidos.
Ejemplos extremos, que reflejan la urgencia de su expresión serían:
• La moda, el uso excesivo de cosméticos, o teñirse el pelo de colores = Son llamados de atención; necesidad de aceptación por grupos pares: “Véanme”.
• Intoxicación etílica = Querer entumecer los sentidos para no “ver”, no “sentir” lo que se percibe en su entorno inmediato.
• Accidentes, fracturas repetidas = Gritos de “ayuda”; llamados a ser “cuidados”.
• Piercings = Auto-mutilación; reflejos de cicatrices internas.
• Relaciones sexuales tempranas, o promiscuas = Necesidad de amor; búsqueda de aprecio reflejado en la aceptación del “otro”
• Victimización = Devaluación
• Aborto = Intención errónea de “deshacerse” del “ser interior”; “deshacerse” de la “madre” interiorizada.
• Suicidio = Manifestación ulterior del resentimiento y la venganza; autodestrucción para destruir a los que los aman.
Indiscutiblemente, todos estos actos tienen causa y efecto, e involucran a sus seres queridos. Pero no podemos quedarnos en la superficie de los hechos. Tenemos que leer, entre líneas, el significado inconsciente que expresan, entendiendo el Lenguaje del Alma.
Es difícil, como padres, reconocer esta motivación interior, encontrándole significado a lo que, racionalmente es incoherente. Más aún cuando nos preocupa más reflejar el rol de “padres” que aprendimos de nuestros “propios” padres. El “ser padre” frecuentemente detona nuestros patrones interiores de culpa. Quisiéramos ser los “padres perfectos” siguiendo el modelo ideal de la sociedad, para ser “nosotros” aceptados; pero por preocuparnos por ello, dejamos de “ocuparnos” de nuestros hijos. Nos enfocamos sólo a nosotros como padres, sintiéndonos responsables de “controlar” a nuestros hijos, y no los percibimos como “son”. Vemos sus actos, y los estereotipamos por ellos, sin poder “re-conocer” su potencial interior.
Otra analogía sería la semilla, que...
..estando enterrada bajo la superficie de la tierra, tiene el potencial de ser árbol. Así, nuestros hijos, son mucho más de lo que muestran en los actos que realizan. Tienen un potencial, en el que, aunque no se ve, tenemos que creer.
...como la semilla busca en la profundidad de la oscuridad, nutrientes, para “echar raíz”, nuestros hijos buscan en la profundidad de su ser, a “tientas” frecuentemente “a ciegas”, razones que alimenten su cuestionamiento existencial.
…al brotar a la superficie como tallo, frecuentemente se “pisotean” las plantas, como pudiéramos devaluar, a veces a los hijos.
…ya como árbol, es la profundidad de sus raíces la que impide que se lo lleve la tormenta, como serán los valores internos los que tendrán “bien plantados” a nuestros hijos, impidiendo que se los “lleve la corriente”.
…aún después de cortado puede florecer y dar fruto, como aún, después de las vicisitudes de la vida nuestros hijos tienen esperanza, si tienen raíces firmes.
El entendimiento de analogías es similar al lenguaje del alma con el que se manifiestan las emociones de nuestros adolescentes.
Se requiere invertirles tiempo y atención. Se requiere autenticidad y amor. Se requiere compromiso.
Tenemos primero, que quitarnos la máscara que personifica a “los padres que quisiéramos ser”, y remover el filtro que enjuicia y controla para poder aceptar a nuestros hijos y “re-conocer” con ellos, quienes son. El proceso es de crecimiento interior de los dos.
1) No limitarnos a ‘oir’, sino a ‘escuchar’ lo que no se dice; interiorizar para oir lo que nos decimos a nosotros mismos.
2) No limitarnos a ‘ver’, sino a ‘observar’ lo que no se ve; leer entre líneas.
3) Evitar palabras explosivas surgidas de la insensatez y la fensa; callar.
Cómo adultos tenemos que desarrollar estas habilidades para poder discernir lo correcto de lo incorrecto; identificar lo real, de lo irreal (fantasías, mentiras, incongruencias, justificaciones que nos repetimos a nosotros mismos). Sólo así podremos educar mejor a nuestros hijos.
Se empieza confrontando la realidad “tal y cómo es”; evitando reajustarla constantemente a lo que “quisiéramos que fuere”; “aceptando” las cosas como son, para identificar las que no podemos cambiar, de aquellas que requieren del “valor para cambiarlas”.
Sólo así podremos acompañar a nuestros adolescentes, en su proceso de crecimiento y auto-desarrollo. Querer moldearlos sería quererlos “controlar”. Sin embargo, es imperativo seguir brindando límites de contención con reglas congruentes con nuestro ejemplo personal, para enseñarles a gobernarse a sí mismos; autodisciplina.
Debemos procurar estar siempre cerca de ellos. Pero para ello, tenemos que hablar su mismo lenguaje...no sólo re-conociendo en su jerga, palabras, gestos y actitudes con significados personales, sino identificando, en sus hechos sus “actings”.
“Actings” (como se han definido en inglés), son los guiones que personifican, inconscientemente, los adolescentes en la vida real, para dramatizar sentimientos prohibidos.
Ejemplos extremos, que reflejan la urgencia de su expresión serían:
• La moda, el uso excesivo de cosméticos, o teñirse el pelo de colores = Son llamados de atención; necesidad de aceptación por grupos pares: “Véanme”.
• Intoxicación etílica = Querer entumecer los sentidos para no “ver”, no “sentir” lo que se percibe en su entorno inmediato.
• Accidentes, fracturas repetidas = Gritos de “ayuda”; llamados a ser “cuidados”.
• Piercings = Auto-mutilación; reflejos de cicatrices internas.
• Relaciones sexuales tempranas, o promiscuas = Necesidad de amor; búsqueda de aprecio reflejado en la aceptación del “otro”
• Victimización = Devaluación
• Aborto = Intención errónea de “deshacerse” del “ser interior”; “deshacerse” de la “madre” interiorizada.
• Suicidio = Manifestación ulterior del resentimiento y la venganza; autodestrucción para destruir a los que los aman.
Indiscutiblemente, todos estos actos tienen causa y efecto, e involucran a sus seres queridos. Pero no podemos quedarnos en la superficie de los hechos. Tenemos que leer, entre líneas, el significado inconsciente que expresan, entendiendo el Lenguaje del Alma.
Es difícil, como padres, reconocer esta motivación interior, encontrándole significado a lo que, racionalmente es incoherente. Más aún cuando nos preocupa más reflejar el rol de “padres” que aprendimos de nuestros “propios” padres. El “ser padre” frecuentemente detona nuestros patrones interiores de culpa. Quisiéramos ser los “padres perfectos” siguiendo el modelo ideal de la sociedad, para ser “nosotros” aceptados; pero por preocuparnos por ello, dejamos de “ocuparnos” de nuestros hijos. Nos enfocamos sólo a nosotros como padres, sintiéndonos responsables de “controlar” a nuestros hijos, y no los percibimos como “son”. Vemos sus actos, y los estereotipamos por ellos, sin poder “re-conocer” su potencial interior.
Otra analogía sería la semilla, que...
..estando enterrada bajo la superficie de la tierra, tiene el potencial de ser árbol. Así, nuestros hijos, son mucho más de lo que muestran en los actos que realizan. Tienen un potencial, en el que, aunque no se ve, tenemos que creer.
...como la semilla busca en la profundidad de la oscuridad, nutrientes, para “echar raíz”, nuestros hijos buscan en la profundidad de su ser, a “tientas” frecuentemente “a ciegas”, razones que alimenten su cuestionamiento existencial.
…al brotar a la superficie como tallo, frecuentemente se “pisotean” las plantas, como pudiéramos devaluar, a veces a los hijos.
…ya como árbol, es la profundidad de sus raíces la que impide que se lo lleve la tormenta, como serán los valores internos los que tendrán “bien plantados” a nuestros hijos, impidiendo que se los “lleve la corriente”.
…aún después de cortado puede florecer y dar fruto, como aún, después de las vicisitudes de la vida nuestros hijos tienen esperanza, si tienen raíces firmes.
El entendimiento de analogías es similar al lenguaje del alma con el que se manifiestan las emociones de nuestros adolescentes.
Se requiere invertirles tiempo y atención. Se requiere autenticidad y amor. Se requiere compromiso.
Tenemos primero, que quitarnos la máscara que personifica a “los padres que quisiéramos ser”, y remover el filtro que enjuicia y controla para poder aceptar a nuestros hijos y “re-conocer” con ellos, quienes son. El proceso es de crecimiento interior de los dos.
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